No a la Ley Sinde

viernes, 17 de septiembre de 2010

Cervantes y Shakespeare


Mucho se ha escrito sobre estas dos grandes figuras de la Literatura Universal. Existe un deseo morboso de unir a estos dos grandes genios a cualquier precio porque son las figuras más representativas de la literatura española e inglesa. A este respecto, fue Jorge Luis Borges el que afirmó que los escritores más emblemáticos de los distintos países suelen ser por lo general los menos representativos de ese lugar; así, William Shakespeare es el escritor menos inglés de Inglaterra, Goethe el menos alemán, y en Francia, reconoce el autor que no está claro, pero que la gente se inclina por Víctor Hugo aunque éste tampoco supone una excepción a la regla.

Sobre Miguel de Cervantes lo sabemos casi absolutamente todo de su biografía, sobre Shakespeare apenas sabemos nada. La ausencia de datos biográficos del último ha provocado que se dé lo que se denomina la "cuestión Shakespeare" -algo muy similar a la "cuestión homérica"-, que no es otra cosa que poner en duda la autoría de las obras del escritor nacido en Stratford-upon-Avon. Se ha llegado incluso a afirmar que el verdadero genio escondido detrás de Shakespeare era Sir Francis Bacon (escritor de la primera novela de ciencia-ficción de la historia literaria titulada Nueva Atlántida) ; e incluso se ha acusado al brillante, misterioso y polémico Christopher Marlowe de ser la verdadera mano maestra en la sombra.

Ni Miguel ni William se conocieron personalmente; pero sabemos que Shakespeare leyó, o al menos conocía, la primera edición del Quijote, que fue vertida al inglés en 1612 por Thomas Shelton, puesto que la Royal Shakespeare Company verificó en 2007 la autenticidad de una comedia titulada Historia de Cardenio (Ed. Rey Lear) y que viene firmada nada más y nada menos que por William Shakespeare y John Fletcher (un poeta de la Escuela metafísica inglesa).

El manuscrito fue encontrado en el Siglo XVIII por uno de los editores shakespereanos más famosos: Thomas Warburton. Y hoy podemos disfrutarla gracias a Charles David Ley, un hispanista inglés que dedicó su vida a demostrar que la obra encontrada por Warburton no era otra que la que constaba como Cardenio en una remota lista de obras preparadas a ser representadas por deseo de John Heminges en 1613 y que no sólo no fue representada jamás, sino que según ese escrito era de elaboración conjunta entre Shakespeare y Fletcher (tengo para mí que sólo las dos últimas páginas pertenecen al Bardo de Avón, pero es una conjetura). Desde luego, es una lectura obligada -al margen de su calidad-, porque un descubrimiento así no ocurre todos los días.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios aquí: